El Javier Luis Torrente caminó hasta el centro del Centro Deportivo Everton el jueves 30 de octubre de 2025, sin sonrisas forzadas, sin discursos vacíos. Solo miró a los ojos de los hinchas que lo aplaudían, y dijo: "La dificultad es altísima, pero las consecuencias no me importan, yo voy a estar para dar una mano". Era la primera vez que volvía al club donde ya había salvado a Everton del descenso en 2018. Esta vez, la situación es peor. El equipo, en el 14.º lugar de la Liga de Primera Itaú 2025 con 22 o 24 puntos —según si se confía en TNT Sports Chile o en PrimeraBChile— está a solo dos puntos de Unión Española, que ocupa la zona de descenso. Cinco fechas quedan. Y el primer examen llega el domingo.
En su presentación, no habló de tácticas. Habló de familia. "Si mi hijo tiene un problema, o un amigo tiene un problema, con los míos estoy a muerte". Esas palabras calaron más que cualquier esquema de 4-4-2. Porque en Viña del Mar, el fútbol no se juega con números. Se juega con el pecho. Y Torrente, con sus 53 años y su mirada cansada pero firme, sabe que no hay espacio para excusas.
La primera práctica bajo su mando fue intensa. Sin pelotas volando al aire. Sin gritos. Solo órdenes secas, miradas que no perdían detalle. Los jugadores lo miraban con respeto, no con miedo. Algunos, con esperanza. El capitán, Ignacio González, sigue lesionado —según un comunicado del club— y su ausencia pesa. Pero no tanto como el clima que se respira fuera del campo: hinchas entrando a la cancha, policías en la puerta, una tensión que no se veía desde el 2018.
Si Everton pierde, cae a 1 punto de la zona de descenso. Si empata, se queda en el límite. Si gana, recupera el aliento. Según Cooperativa.cl, el partido ya se llama "la final del descenso". Y en la prensa deportiva chilena, nadie duda: es la más importante de la historia reciente del club. No por el rival, sino por lo que representa. Porque si se cae, no se trata solo de bajar de categoría. Se trata de perder la identidad.
En 2018, Torrente logró salvar a Everton con una victoria en la última fecha. Fue un milagro. Hoy, no hay milagros. Solo trabajo. Solo disciplina. Solo coraje. Y el calendario no perdona: tras el duelo con Unión Española, vienen partidos contra Colo-Colo, Universidad de Chile, Audax Italiano y Deportes Iquique. Todos en casa. Todos con el mismo peso. Todos con el mismo riesgo.
La gente lo entiende. En las redes, los mensajes no piden tácticas. Piden fe. Y Torrente, con su voz grave y su mirada sincera, les está devolviendo eso. No promete títulos. Promete luchar. Y en este momento, eso es más que suficiente.
Porque Torrente ya salvó a Everton del descenso en 2018 y conoce profundamente la cultura del club. Su relación con la hinchada es única: no es un técnico externo, es parte de la historia. Además, su estilo directo y su capacidad para motivar en crisis lo convierten en la opción más segura en un momento donde la estabilidad emocional es más importante que los esquemas tácticos.
Es una medida de seguridad tras incidentes graves con hinchas visitantes en fechas anteriores, incluyendo entradas a la cancha y agresiones. Pero simbólicamente, refuerza que este es un partido de supervivencia para los propios hinchas. El Estadio Sausalito se convertirá en un templo de lealtad, donde solo los que nunca abandonaron al club podrán gritar. Es una forma de proteger el ambiente, pero también de recordar que el equipo juega por ellos.
Matemáticamente, aún están vivos. Con 22 puntos y cinco partidos por jugar, necesitan al menos 10 puntos para estar a salvo. Si ganan tres y empatan uno, logran 28 puntos —una cifra históricamente suficiente para evitar el descenso en los últimos años. Pero la clave no es solo sumar, sino ganar en casa. En el Sausalito, Everton tiene una media de 1.4 puntos por partido esta temporada. Si duplican eso, tienen chance. Si no, se hunden.
Con una mezcla de emoción y escepticismo. En redes sociales, muchos lo llamaron "el salvador". Otros recordaron que en 2018 no fue fácil, pero logró lo imposible. La diferencia esta vez es que no hay ilusión de grandeza: solo hay miedo. Pero la presencia de Torrente, con su humildad y su conexión con el club, ha generado una ola de optimismo real, no solo de palabras. Muchos hinchas ya han comprado entradas para el partido contra Unión Española, incluso sin saber si podrán entrar.
Si el descenso se confirma, el club enfrentará una crisis estructural: pérdida de patrocinios, salida de jugadores clave, y un vacío emocional difícil de llenar. Torrente ha dicho que "morirá con las botas puestas en Everton". Eso significa que, incluso si falla, no se irá. Se quedará en el club, probablemente en una función de asesoría. Pero el daño sería profundo. El fútbol chileno no olvida a los clubes que bajan. Y Everton no puede permitirse ese olvido.
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